martes, 30 de diciembre de 2008

LA CORTESÍA




¿Qué es la cortesía? La gente vive reunida en poco sitio, en la casa, la oficina, los lugares oficiales, la fábrica, en la calle y su tráfico… Las vidas y las intenciones se tocan y entrecruzan constantemente unas con otras, de modo que surgen con frecuencia fricciones, irritaciones y conflictos que la gente razonable intenta solucionar ¿Cómo? Buscando formas que manifiesten el deseo de mantener una convivencia adecuada con todos a ser posible. Esto es la cortesía: una cosa cotidiana pero ¡qué importante en su conjunto!
Esto que ocurre instintivamente, por ejemplo, en la vida social de las hormigas, no ocurre así en la vida social humana ¿Por qué? Porque en el hombre actúa también el “espíritu”; y “espíritu” significa poder conocer la verdad, pero también poder errar, poder actuar equivocadamente. Por eso, tenemos que tener cuidado en la convivencia con los demás y estar vigilantes para que no se convierta en una lucha de todos contra todos. Pues bien, el conjunto de las cosas pequeñas que hacen posible el cuidado de las formas en el trato diario de unos con otros: es la cortesía.
¿En qué consiste el comportamiento cortés? Ante todo está la voluntad de establecer una distancia, de crear un espacio de libertad en torno a los demás: un espacio que nos defiende de la cercanía agobiante y que nos deja respirar nuestro propio aire. Se trata de honrar al otro: el joven al viejo, el adulto al niño, el fuerte al débil, etc… De honrar a todas las cosas profundas y tiernas que representan “vida”. El comportamiento que modera la soberbia y la violencia, que se adelanta y así evita las situaciones de tensión, de choque, de molestia u ofensa mutua… Ese comportamiento es cortés.
La cortesía es “forma”, actitud, ademán, acción que expresa el sentido y el respeto de la dignidad humana. La cortesía es bella y embellece la vida. Pero tiene el riesgo que acosa a todas las formas de sentido: volverse artificiales, falsas.
Además, nuestro tiempo añade otro riesgo a la cortesía, el de quedar aniquilada por lo científico-técnico, en cuanto que éste tiende a prescindir de lo superfluo de la forma y se lanza sin más hacía aquello de que se trata. En un mundo de plazos calculados con exactitud, de mecanismos precisos de regulación de personal, etc., la cortesía tiende a desaparecer. A veces se alcanza así una cierta corrección, y aparece una sinceridad y una amistad que no necesita de muchas palabras para convencer a los demás. Pero normalmente la “vida” sufre así. Muchas veces, tras la ausencia de cortesía por “motivos prácticos”, se oculta: pereza, indiferencia y agresividad.
La “vida” tiende a dar rodeos, necesita del tiempo, le gusta esperar. Por eso, la cortesía también requiere tiempo. Su ejercicio exige esperar, dar rodeos, hacer antesala… La cortesía trata de tener consideración, y por eso sabe dejar atrás lo propio. La cortesía trata de honrar la dignidad de todo hombre, y por eso, al percibir su debilidad y vulnerabilidad, sabe responsabilizarse de los demás.
También hay una cortesía en referencia a Dios. Por ejemplo, hay una actitud decorosa exigida para todo gesto, palabra y pensamiento que de algún modo se refieran a Dios… ¿Has pensado alguna vez en cómo conserva Dios a sus criaturas en el honor?¿Cómo Dios mismo respeta el hecho de haberle creado libre? El que todo lo puede, no obliga, no violenta, no asusta, no seduce… Sí, Dios es sumamente cortes: “Mira, estoy a la puerta y llamo” (Ap 3,20).

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