martes, 30 de diciembre de 2008

ASCETISMO



En el hombre actúa algo que no se encuentra en el animal, algo tan real y activo que hay que estar ciego para no verlo: el espíritu.
Por eso en el hombre las tendencias, impulsos e instintos se mueven y actúan de otro modo, hasta el punto de que no se puede comprender la vida humana partiendo de la del animal. El espíritu los sitúa en una peculiar libertad. Y en esa fragua se hacen más fuertes, más hondos, consiguen un mayor grado de realización, de plenitud. Pero, y esto es lo paradójico, es como si entonces perdieran sus referencias biológicas (a las que estaban unidos) y quedasen como desvinculados, sin regla, y su sentido inseguro… Y por eso necesitados.
Es entonces cuando debe actuar el espíritu dando a las tendencias, impulsos e instintos un nuevo sentido. Y al situarse el espíritu dentro de ellos, les origina una hondura, un carácter y una belleza nuevas. De este modo las tendencias quedan ennoblecidas al ponerse en relación con el mundo de los valores y de lo personal, al quedar introducidas en el –ámbito de la libertad, de la responsabilidad y de la superación. Pero, también ahora, surge el riesgo de la exageración, de la antinatuarildad.
Efectivamente, vemos como el espíritu sano puede ordenar los impulsos y darles forma llevándolos a un plano más elevado, perfeccionándolos como lo que son, como tendencias. Pero, igualmente, el espíritu echado a perder puede hacer lo mismo con las tendencias, pero esta vez deformándolas y desnaturalizándolas.
De aquí surge una necesidad (que no tiene el animal): la necesidad de mantener las tendencias en una ordenación libremente querida y de esforzarse por superar la propensión (tentación o posibilidad) a la desmesura o a la mala realización… Esto es precisamente el ascetismo.
No se trata pues de ir contra la vida de las tendencias como si fueran malas (no lo son; más aún son fuente de energía esencial para la vida humana). Lo que la ascesis pretende es más bien ponerlas en el orden adecuado. Un orden que está determinado por las circunstancias (la salud, el trabajo, la familia, etc.) y cada día se presentan nuevas exigencias de mantenerse en orden… Eso es ascetismo.
La palabra ascesis viene del griego askesis que significa ejercicio, entrenamiento… en la correcta ordenación de la vida. Y la pista de entrenamiento de la vida (por así llamarla) tiene su orden de prioridades: 1º los esfuerzos cotidianos (como los de la vida física, familiar, etc); 2º los propios del trabajo; 3º los esfuerzos de relaciones personales y 4º los de desarrollo espiritual. Pero nuestras fuerzas y nuestro tiempo son limitados por eso debemos darnos cuenta de a que tareas hemos de aplicarnos. Debemos elegir y cumplir la elección; esto cuesta sacrificio y esfuerzo… Esto es el ascetismo.
Además quien conoce la dejadez humana sabe que también debe imponerse superaciones voluntarias para que luego la voluntad pueda cumplir el deber inmediato; camino este de libertad porque nos hace señores de nuestros propios actos… Esto también es ascetismo.
Con las tendencias espirituales (el impulso a adquirir influencias, prestigio y poder; la tendencia a la sociedad y comunidad; la inclinación a la libertad y al conocimiento) ocurre lo mismo: son importantes como impulsos que sustentan la afirmación propia del hombre y su despliegue propio pero también poseen esa inclinación al exceso, a actuar de modo egolátrico destructivo o intranquilizador. Por ello también requieren una constante disciplina… Esto también es ascetismo.
Así, hemos de aprender a considerar el ascetismo: como elemento fundamental de toda vida bien vivida, en la amistad y el matrimonio, en el trabajo y el descanso. Haremos bien en ejercitarnos en ello a la hora de poner mesura en el impulso; a la hora de dejar lo menos importante, aunque sea atractivo, para hacer lo más importante; a la hora de dominarse a uno mismo para alcanzar más libertad espiritual, etc.

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